Te hablo con la voz de velas,
Estremecidas en tormenta de alta mar,
Velas blancas con olor a sal bendita,
Sobre las cuales te dormías,
Cuando el sonido del mar re arrullaba.
Amor de pirata te pregono,
Con el filo de mi espada defiendo,
Tus sueños y misterios desgarrados,
Noches húmedas, de cuerpos implorados,
Mordidas ofrendadas a mis labios,
Y amaneceres esperados en sepulcro.
Bendita sea la marea de tus caderas,
Tu olor entre mis sabanas como gloria,
El sabor de tus besos y piel a perlada,
Bendita sea mujer, tu voz a mi oído,
Entrecortada, agitada, susurrada,
La caricia sobre mi humanidad
De tu espíritu, vida amada y encantada.
El ardor de mi espada marca la madera,
De la cama, silla y mueble en que cabalgas.
De la cadenciosa silueta de la luna llena,
Al despertar el anochecer entre estrellas,
Es inspirado el velo que porta la neblina,
Al ser cómplice de tu mirada perdida.